No había luna, ni un cielo especial
tampoco predisposición al encuentro
ni una vaga idea de
lo que queríamos,
ni certezas, ni la fijación de lo posible.
Era una noche cualquiera,
en la que los cualquiera
se sientan a esperar que pase lenta
porque comenzaba otra semana.
Era echar el rato de conversación,
una cerveza en cualquier bar abierto
que espera a dos clientes rezagados
y la mar en calma.
No había, ni siquiera, una diagonal
ni miradas colineales,
ni roces convergentes
para inventar la rima.
Pero teníamos las manos llenas de palabras imposibles
dispuestas para
escribir el poema perfecto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario