
La mesa estaba adornada
con un mantel rojo;
me resultó peligrosamente atrevido
y me asustaba posicionar
el vaso sobre tal pasión.
Sin que me vieran,
acaricié la superficie
intentando adivinar la textura;
luego, acerqué la nariz,
cerré los ojos
e inspiré con intensidad
el aroma que certificaba su debut.
No pude resistir el impulso de besarlo.