
No voy a preguntar
sobre la urgencia de la mirada,
del ánimo o del viento.
La noche no sabe
si andas o duermes
y comienza la cuenta atrás
de los sonidos en las cloacas
que emergen para recordarte
tu color y condición.
Llegaste a una soledad sin buscarla,
recorres la calles con la celeridad
del que sabe a dónde ir,
dejándote arrastrar
por los semáforos en verde.
No inventaste el pan ni el hambre
pero pagas su ausencia
con la amargura de la búsqueda
y la creencia de un mundo solidario
Te traicionan los sueños
y arrancas los recuerdos
para no creer que habías existido,
que de tu deambular
depende el sol y la risa.
Alargas la mano para alcanzar
la suavidad y el orden;
hay ojos expectantes,
quietos al otro lado del horizonte
y se preguntan dónde la ayuda.
Pero la amistad,
el afecto y el amor
pesaron demasiado
cayendo a la sima
del océano que te ofreció
un mundo mejor.