No puedes,
tú no puedes mirar
y beberte mi lágrima,
nombrarme y señalar la luna,
no puedes augurar
un día inolvidable
para yacer más tarde
en otra cama.
No puedes preparar dos lechos
para descansar en uno
cuando el otro haya acabado
o te haya prohibido la entrada.
No, porque soy;
y el valor se mide
por lo que se rechaza
y no por lo conseguido.
Aún con un deseo irrefrenable
de tintar de rojo mis uñas,
de sentir la razón de estar,
con una tristeza enorme
de ver tus manos acariciar a otra,
rechazaría tu segura propuesta
tras tu fracaso.
Yo no presto mi cuerpo
si no se quiere mi alma
aunque envidiase ser ella,
un infinito ella.
NOS LEÍMOS, NOS AMAMOS
Hace 3 días
2 comentarios:
Un poema que rebosa dignidad.
Amar primero el alma es garantía de un amor pleno cuando se ama el cuerpo.
Un placer pasar por tus versos.
Saludos.
Gracias, Jerónimo por pasar por mi blog y tus palabras... preciosas!
Un beso.
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