La vida, tras esa oscura cortina de sueños,
se desvanece cuando hablas
y espero respuestas que siempre quise.
Qué fácil sonreír mientras te oigo,
qué fácil averiguar tu gesto amable.
Remueves el fondo
por tantos hechos y no
que fueron cayendo
tras siglos de inconfesables anhelos,
unos tras otros ocultando lo que se es.
Haces que me descubra,
quede virgen ante ti,
me asuste y vague desnuda,
repitiéndo insistente, cuan letanía,
los versos del ayer.
Haces quedarme aquí,
en silencio, a solas,
tan tarde para los que me rodean,
para escribir estos versos;
a cambio, yo sólo te pagaré
con una sonrisa.
Quizá, la noche nos haga diferentes,
seamos otros, permitiendo el paso
a lo que brinda su tentadora oscuridad.
Me maldigo por no acariciarte,
por no tomar tus obsequiosas manos
y beber del elixir que ofrece la frescura
de quien trae, de otras tierras,
la tan querida esencia del deseo.
No me olvides; en mis sueños,
después del ensordecedor día,
siempre está la brisa del rincón sombrío,
en el que yacen lágrimas no derramadas
por tantas cosas perdidas.
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