Pasado el tiempo,
no podemos reivindicar
la posesión por autoría
de las dádivas cedidas;
no, cuando las salvamos
con lágrimas de que ardieran
en llamas de reproches y venganza;
con lágrimas de que ardieran
en llamas de reproches y venganza;
no, cuando pudimos
olvidar
aunque los objetos arañaran
como hirientes garras
manteniendo vivo
el dolor y la tristeza;
no, cuando ahora,
la calma y la entereza
son su pátina.
Aún así, llévalos si
quieres,
quizás su marcha me haga
olvidar tu nombre
y reconocerme en el mío;
que recuerdes mi nombre
y que olvides el tuyo.