Cómo puedes decirle a una poeta
“gracias por el fuego”,
sin que le enciendas las brasas
que ocultan sus ojos.
Cómo insinuarle al mismo fuego
que desgaje ardiente la llama,
sin que avive la ilícita
ilusión
en cada una de sus líneas.
Cómo impedir que las cenizas
no despierten como ave mitológica
y se eleven para poseer los cielos
en majestuoso vuelo de águila.
Cómo, dime, no caer en picado
cuando el calor derrita la cera,
no convertirse en Ícaro por castigo
o no ser de nuevo cenizas calcinadas.
Cómo puedes decirle a una poeta
“gracias por el fuego”,
sin que el mismo fuego te queme
y no te desgaje en ardiente llama.