A la llama le cuesta
seguir siendo;
le acercamos,
por un lado,
una hoja seca,
por otro, una nuez
para que se avive,
y ella responde
con esfuerzo.
Qué lento su auge.
La pequeña llama
nos permite sonreír
se vanagloria, salta
reflejándose en nuestros gestos…
y olvidamos su existencia
por un instante.
Entonces,
hace amago de fuga,
chisporrotea,
se retuerce,
nos hiela.
Celosa de nuestros ojos,
prefiere morir
antes de ser
testigo relegado
del indudable desenlace.
2 comentarios:
Esa llama que tanto calienta como asusta, pero que también transmite belleza cuando controlada.
¡Me encanta el baile de la llama!
Recibe todo mi afecto en un beso
Sí, la llama nos hipnotiza y resume parte de la esencia del ser humano. Gracias por tus comentarios. Un beso.
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