Cuando se tensan las cuerdas
en un no poder decir nada
es cuando la palabra escrita
erige su protagonismo.
Es entonces cuando fluye
con un caudal de
invierno
hacia una página en blanco
arrebatando su inocencia.
Yo le hubiera contado
las hojas del trébol
o le hubiera obsequiado
los pétalos impares de la margarita.
Le hubiera recitado
cualquier cantar de Pound
o tatareado el Nessun Dorma
de Puccini.
Pero se tensaron las cuerdas
y en un no pude decir nada
es esta palabra escrita
la que me erige culpable.
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