Espero
los regresos
en este
atardecer
aunque
sé que todas las puertas
se
cierran con la misma llave.
El
tiempo no concede audiencias
le
molestan las súplicas;
vuela y
no mira atrás.
El
tiempo y tú, tan parecidos.
Rechazo
la mendicidad,
más
me encuentro pidiendo
en
los pliegues, aun cálidos,
de
las sábanas, tu retorno.
Luego,
cuando pasan las horas,
compruebo
que el adiós
es para
siempre y los “te quiero”
sinónimos
de ausencias.
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