No pude alegrarme ver,
tras una pasada ligera,
que jugabas otra vez,
con una dama al parchís.
Porque yo solía alardear
del final de tu carrera
y del recuerdo que se concede
al último contrincante.
Y ahora, con ese tonto juego infantil,
me dejas como una más,
en el montón de las relegadas,
de las que no te interesan porque,
con una simple jugada,
caen a tus pies derrotadas.
¡Pues no es justo! que recuerdo,
dejarte ganar al ajedrez
con un caballo de copas
y me sacaras un As de la manga,
en el juego de la oca;
que a la siete y media
me cantaras las cuarentas
y que te enfadaras conmigo porque,
siendo el mejor con las damas,
quedáramos en lo que los expertos,
tras reflexionar, llaman "tablas".
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