A MI MADRE.

Mueves tus manos
llenas de vida vivida.
Colocas al filo lo imposible
para descolocarse más tarde.

Reconozco los gestos
antes vistos, hallados.
Pero ahora,
el dolor es más profundo
por mi incondicional afecto,
por tu ausencia presente
por la pérdida de tu conciencia
y la mía al perderte.

Me niego lo evidente,
lucho con el destino,
increpo con la realidad,
corrijo lo indudable,
maldigo la injusticia
de que sufras lo sufrido.

¿Y si le propusíeramos
un pacto al tiempo?
Yo te cambio algunos años
de los míos más sabios,
y tú me das algunos de éstos
para usarlos después.

Compartiríamos las últimas risas,
tus experiencias y las mías,
antes de que tu marcha
asome, como copia,
mi irrevocable canje.