En la peluquería china
una china me lava el pelo.
En la televisión,
un niño con ojos vendados,
en un hospital chino.
Ya me habían hablado de ello
y observando aquellas imágenes
se me volvió a erizar la piel.
Nos envuelven las guerras,
el maltrato animal
la hambruna, los presos políticos...
Pero ese niño chino,
tan lejos, noticia hoy,
no ha muerto.
Vivirá para recordar
cómo son los colores
o los campos de arroz.
Y me pregunto,
si no es él la única víctima
el único recluso,
el único olvidado...
el único y todos en él.
El conjunto de todos los infiernos.
Esos ojos no
entenderán
por qué cambió el paisaje,
esas monedas mancharán
las manos de todos los hombres.
Vuelvo a casa con mi pelo planchado
como si fuese yo la madre china
y meto la cabeza en agua
para no enloquecer.
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