Entro en casa y ese toro,
mirándome fijamente,
quiere embestir.
Las apariencias engañan,
le digo,todo fachada;
no hace falta más
que te plante cara
para que quieras huir.
¿Dónde está esa imagen?
¿Dónde echaste los cojones?
No contesta,
con cabeza gacha
da la vuelta, se va.
Me entristece que
con el disfraz de bravo,
no dudasen de su coraje,
y ahora,
no muestre su valentía,
agachándose como un niño,
ante los pies de un gigante.
No me vale "todo vale".
Para querer hay que ser toro bravo,
y tú, manso con pelaje de Miura
ensombreces a los de tu casta
dejando sin faena al más "plantao" de los toreros.
Toro bravo que no embiste,
nunca muere de estocada,
pero eso sí,
ese toro me asusta
al entrar a casa.
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